Con el acto simbólico de la retirada de la valla que separa el antiguo parking del Ferry del centro de Santander,    Emilio Botín  presentó ayer  el comienzo de las obras del Centro Botín durante un acto que contó con el arquitecto Renzo Piano;  el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle;  el presidente de Puertos del Estado, José Llorca Ortega;   el presidente de Cantabria, Ignacio Diego;  el alcalde de Santander, Íñigo de la Serna; y  los presidentes de los dos grupos que ejecutarán la obra, Juan Miguel Villar Mir, de OHL; y Santiago Díaz Díaz, de  SADISA.

El nuevo centro de arte y educación estará terminado el 28 de junio de 2014,  aunque tiene previsto inaugurarse en el mes de junio; sólo su construcción generará 1400 puestos de trabajo durante los 20 meses  de obras,  atraerá a 200.000 visitantes al año y su actividad contribuirá anualmente al mantenimiento de 650 empleos.

La Fundación Botín destinará  a la construcción del Centro 77 millones de euros, la mayor inversión privada en una construcción cultural en España; y su actividad,  que integrará el arte con un innovador programa educativo, contará con un presupuesto anual superior a  los 12 millones de euros.

El Centro, que es la primera obra de Renzo Piano en España, tendrá 2.500 metros cuadrados  para exposiciones, una plaza interior multifuncional y espacios educativos y sociales,  y  unirá el centro de Santander a la Bahía  con un nuevo parque con tres plazas públicas , una de ellas cubierta y otra con un anfiteatro para 1000 espectadores.  

Piano ha descrito el Centro Botín como un espacio “para el arte, la música, la lectura, la educación y el intercambio cultural”. Este proyecto se enmarca en su trayectoria personal de diseño de centros culturales abiertos y accesibles a todos, desde el Centro Pompidou de París, pasando por el Auditorium de Roma, la Fundación Beyeler en Basilea, o la Morgan Library en Nueva York.

El primer objetivo del proyecto es unir el centro de Santander con la Bahía, hasta ahora separados por un parking. Gracias a un túnel de más de 200 metros, se dobla la actual extensión de los jardines de Pereda  y se acerca Santander al mar. El edificio “levita” sobre el terreno y no supera la altura de los árboles del parque, salvando y enmarcando las vistas de la Bahía.

La ligereza es la principal característica del diseño de Piano.  El arquitecto    asienta el edificio sobre unas columnas para no quitar las vistas de la Bahía y dejar pasar la luz,  y lo  reviste con 360.000 piezas de cerámica, que  serán como poros por donde “la piel pueda respirar”:   planas en la parte inferior,  abombadas  en los laterales y en su camino hacia la cubierta se irán hinchando hasta abrirse. Todo para aprovechar la luz que llega de arriba para iluminar los espacios de arte, y la que llegará por abajo, reflejada en el agua, para dar luz a las nuevas plazas cubiertas.

 El edificio se distribuye en dos volúmenes, uno para el arte y el otro para la educación, conectados por un juego de pequeñas plazas y pasarelas que el arquitecto llama “pachinko” (“Pinball” en japonés). El Pachinko será un espacio público que llenará de vida el edificio y servirá, a la vez, como distribuidor exterior del Centro (en algunos detalles, recuerda al juego de ascensores y escaleras exteriores del Centro Pompidou).